La prueba de mercado

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Los alumnos del bloque de Entrepreneurship de nuestra Universidad se caracterizan por mostrar un elevado dinamismo creativo. La gran mayoría de ellos llegan a nuestras aulas con ideas preformadas sobre lo que les gustaría emprender. Esto, que sin duda debería ser un valor, en ocasiones se puede convertir en un problema. La creatividad nunca será problema a menos que esta esté acompañada por una fe sorda o ciega.

“Estoy esperando ansioso los resultados de la prueba, ya sea para orientar su proyecto o para tomarme unos shots de chocolate dulce. Es por ello que afirmo que nuestra labor docente dentro del bloque de Entrepreneurship debe seguir siendo sensible y sobre todo orientar con la fuerza de la razón la creatividad de nuestros alumnos”

Me refiero a que algunas de esas ideas prefabricadas por ellos mismos y que probablemente pudieran tener algo de tiempo en proceso de maduración, están sujetas a la discusión y sobre todo al análisis por medio de las herramientas que damos en el bloque. Cuando el alumno muestra flexibilidad y capacidad de adaptar sus ideas a los resultados empíricos, podemos decir que hemos logrado que su inspiración adquiera valor. De lo contrario, nuestra labor en el salón de clase debe revestir un importante toque de demostración.

Técnicamente hablando, los negocios nunca dejan de ser un intercambio y en ese sentido resultaría casi improbable que algún negocio no sea exitoso, es decir, materialice ese intercambio. Sin embargo, nuestra verdadera medida de éxito radica en que el intercambio sea en una cuantía tal, que produzca excedentes, rendimientos suficientes como para calificar como negocio en crecimiento.

Seguramente podré vender una torta de lagartija guisada en tomate verde, pero con la misma seguridad podemos afirmar que no venderé mil de esas tortas. Mil tortas me permitirán recuperar ampliamente mi inversión y ganar dinero, una no; es importante que esta demostración quede clara con nuestros emprendedores.

Por otro lado, nunca deja de aparecer el fantasma del gusto muy personal por algún concepto de negocio, el mismo que pudiera estar disociado con la realidad del mercado. Hace poco se me acercó una emprendedora del bloque y me expuso su idea de desarrollar un bar de dulces y chocolates. Su argumento es que la combinación de un lugar agradable con buena música y un setting de camadería, bien pudiera estar combinado con un menú de postres caseros y sabrosos; incluso con shots (en caballito) a base de delicioso chocolate.

Al escucharla, honestamente no me lo imaginé, es decir, como un negocio en marcha con operaciones continuas y con un razonable nivel de comandas que lo hicieran crecer, sobre todo recuperar la inversión. Aclaro, estaríamos hablando de un concepto que no he visto en ningún lugar, o sea, que por el lado de innovación, suena. Pero dudo que dadas las condiciones de nuestra población, exista mucha gente interesada en invertir calorías para que este negocio crezca.

¿Cómo abordarlo con la alumna? La cual hablaba en serio y con pleno convencimiento del concepto de negocio. En ocasiones como esta, lo que importa es la prueba de mercado, someter al escrutinio de las personas que forman el mercado nuestra idea, más allá de nuestras propias preferencias. Le pedí que realizara una encuesta en la calle, supervisando las preguntas, el perfil de los entrevistados y la razonabilidad de la muestra. No sería el maestro quien rechazara su idea con argumentos que frente a la imaginable frustración pudieran ser rechazados de manera personal e inmediata; tendría que ser el mercado quien le expusiera a mi alumna las razones por las cuales pudiera ser o no.

Estoy esperando ansioso los resultados de la prueba, ya sea para orientar su proyecto o para tomarme unos shots de chocolate dulce. Es por ello que afirmo que nuestra labor docente dentro del bloque de Entrepreneurship debe seguir siendo sensible y sobre todo orientar con la fuerza de la razón la creatividad de nuestros alumnos, que a veces es muy concentrada y en otras muy dispersa; como lo sugiere la naturalidad en jóvenes emprendedores de apenas veinte años.

Martín López Jaimes, Mentor de la incubadora de negocios de la Universidad Anáhuac

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