La oportunidad que representa la salida de Estados Unidos del Acuerdo de París

 

La salida de Estados Unidos del Acuerdo de París llegó con mucha atención, aunque con poca sorpresa, al menos para la mayoría de nosotros.

 

 

El compromiso de EU, como el segundo emisor de gases de efecto invernadero del mundo, era por supuesto vital para alcanzar la meta más importante y la razón de ser del Acuerdo: evitar un incremento de temperatura promedio global mayor a 2 grados centígrados. Aun cuando este objetivo era considerado por muchos difícil de alcanzar, la participación de Estados Unidos era un elemento importante, tanto como la de China, India, Rusia y la Unión Europea. Ahora, este anuncio nos deja considerando otras opciones, una de ellas, el fracaso del Acuerdo de París.

 

 

Las ramificaciones ambientales son más que evidentes: EU se había originalmente comprometido a reducir sus emisiones en un 28% comparado con las emitidas en 2005, año base determinado por el gobierno de Estados Unidos. Este compromiso requería acelerar la reducción de emisiones de la economía Norte Americana en un 11% por encima de lo programado, por lo que, entre otras cosas, ameritaba acciones extremas por parte del gobierno, cooperación de la industria y sector privado, así como el establecimiento de medidas incentivas y coercitivas para su aplicación. De manera específica, requería la aprobación del Congreso de Estados Unidos para su puesta en marcha.

 

 

Desde el inicio de su mandato, el Presidente Trump había señalado que su administración buscaría eliminar algunas de las leyes y regulaciones ambientales aprobadas durante la administración del Presidente Obama. Esto fue aún más claro cuando retiró presupuesto a la Agencia de Protección Ambiental y, de manera todavía más determinante, cuando la corte federal en Estados Unidos le otorgó un aplazamiento para la eventual erogación del Clean Power Plan, principal elemento de la política ambiental del Presidente Obama, y que se usara para determinar el “nivel de esfuerzo” por parte del gobierno de ese país para alcanzar los compromisos adquiridos en París en 2015.

 

 

Esto fue señalado por el consorcio Climate Action Tracker, quien después de un análisis comparativo de los compromisos voluntarios, señaló para que Estados Unidos pudiera cumplirlos, requería la estricta implementación tanto del Clean Power Plan como del Climate Action Plan, mismos que fueron cancelados por la administración de Trump tiempo antes del anuncio.

 

 

Fue en realidad en ese momento que el mundo se empezó a preparar para un cambio de liderazgo global, no sólo político, sino económico y ambiental. Esto fue claro cuando tanto Alemania como Francia comenzaron a hacer declaraciones sobre la importancia del acuerdo y de la unidad ante el mismo que, como bloque, Europa presentaba ante su nuevo socio: China. México y Canadá, que por otro lado firmaran hace apenas un año un acuerdo trinacional con Estados Unidos para la reducción de emisiones en Norte América, también manifestaron su compromiso con el resto del mundo incluso antes del anuncio del Presidente Trump el 1º de junio, indicando que la salida de Estados Unidos no cambiaría la postura del Presidente Peña y el Primer Ministro Trudeau.

 

 

El panorama hoy se ve muy distinto. Por un lado, económicamente Estados Unidos había ya abdicado su liderazgo ante la serie de decisiones proteccionistas tomadas por su gobierno durante la primera mitad de 2017. Al revisar su participación en los acuerdos de libre comercio con América del Norte y con Asia, Estados Unidos dejó ver sus intenciones de forzar la economía global a aceptar los nuevos términos, impuestos por el principal socio comercial de cada una de esas regiones.

 

Por otro lado, desde el punto de vista político, Trump también dejó claro que con la idea de “América Primero” las alianzas forjadas desde la segunda guerra mundial dejaban de ser prioridad para su país. Esto fue reforzado después de dejar al mundo con la boca abierta al reclamar, sin fundamentos reales, a los países miembros de la OTAN la falta de cooperación política y económica durante los últimos años.

 

 

Finalmente, la trifecta se completó con el anuncio esperado de la salida de Estados Unidos del Acuerdo de París, y la eventual cancelación del programa de Misión Innovación, acuerdo paralelo al que el Presidente Obama comprometiera recursos económicos con el objetivo de acelerar el desarrollo de soluciones tecnológicas bajas en carbono.

 

 

Las consecuencias son muchas. Primero las ambientales: Estados Unidos comenzará a relajar sus restricciones en términos de emisiones, generación de energía renovable y en general, el uso de combustibles fósiles. Esto afectará las industrias de energía y transporte principalmente, pero también de manera importante la industria de manufactura, que se espera comience a utilizar criterios distintos a los internacionales para el cumplimiento de regulación ambiental, poniéndolos en absoluta desventaja a los bienes producidos en Estados Unidos.

 

 

El efecto que tendrá a nivel global incluye la revisión temprana de algunos compromisos voluntarios por parte de Europa y China, donde seguramente incrementaran sus compromisos para compensar por la salida de Estados Unidos del Acuerdo. Esto, llevará a anuncios como el hecho por China inmediatamente, donde indica que para 2050 espera generar la misma cantidad de energía que genera Estados Unidos el día de hoy a partir de fuentes renovables. Esto, reducirá dramáticamente los costos y huella de carbono de los productos chinos, permitiéndole incluso incrementar la competitividad de ciertas industrias clave para la balanza comercial de ese país.

 

 

También, otra consecuencia probable, es la definición de un impuesto global al carbono, que será el catalizador para un incremento en impuestos y aranceles a productos desarrollados con estándares no alineados con los internacionales. Esto resultará en una disminución en la competitividad de los productos fabricados en Estados Unidos, y un incremento en la competitividad de los desarrollados en países como China e India. Esto llevará sin duda a la revisión de acuerdos internacionales, y a la realineación geopolítica de bloques comerciales, dejando a Estados Unidos desprotegido y con pocas posibilidades de alianzas.

 

 

Países como México se verán inicialmente afectados por su relación cercana con el país del norte. Sin embargo, esto permitirá que se fortalezcan otro tipo de alianzas, incluyendo China y Europa, y permitirá mayor diversidad en la balanza comercial, mitigando los posibles efectos macroeconómicos futuros que presenta hoy en día la administración de Trump. Canadá se convertirá en el principal socio comercial de México y buscarán como bloque alianzas transpacíficas y a través del Atlántico.

 

 

La realidad es que aun cuando la salida de Estados Unidos no fue una sorpresa, sí es una decepción para el mundo. Después de un esfuerzo mayor, en gran parte orquestado por el gobierno de Estados Unidos, se debilita el principal acuerdo en materia de medio ambiente logrado en los últimos 50 años. Sin embargo, la puerta se abre para su redefinición, para aumentar los compromisos de reducción de emisiones, para definir un impuesto global al carbono y para definir un nuevo orden global.

 

 

El gobierno de Estados Unidos no defraudó al mundo tanto como a sus propios ciudadanos y a su propia industria. Los efectos políticos se están viendo hoy; los ambientales se verán en los próximos cinco años. Los económicos se verán en los libros de historia ya que fue el 1 de junio de 2017 cuando Estados Unidos, de manera voluntaria, renunció al liderazgo político, económico y moral del mundo.

 

La mirada del mundo está ahora en Alemania.

 

Por Luis Aguirre-Torres, PhD. CEO, GreenMomentum Inc.

 

 

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