Redes sociales responden por qué no actuamos contra el cambio climático

El estudio sobre “Inteligencia Social para la Acción Climática revela que el escepticismo de los consumidores generado por el lavado verde también conocido como “greenwashing” , es la principal razón por la cual no actuamos ante el calentamiento global.

A lo largo de 8 meses, más de 330 millones de personas expresaron su opinión sobre el tema con firmeza y pasión. Si el escepticismo climático es ahora marginal (aunque genere un eco desproporcionado, sobre todo en los Estados Unidos), el debate sobre la mejor manera de afrontar el problema es intenso, en un año caracterizado por el empeoramiento de las alteraciones climáticas, con dramáticas consecuencias para la humanidad (olas de calor, sequías, incendios, inundaciones, huracanes, etc.).

Las principales barreras que dificultan la acción por el clima que se desprenden del estudio de 2022, según su orden de importancia, son:

1. “Optimismo dividido” de empresas e instituciones sobre sus avances en cuestiones ambientales, ya sean significativos o menores. Como el impacto real de estos avances suele ser difícil de apreciar, la excesiva comunicación positiva y oportunista, que a veces contradice los análisis de los expertos (en cuyo caso puede denominarse “lavado verde”), crea una disonancia que genera desconfianza y desalienta la acción. Los consumidores, sobre todo los más jóvenes, han ido madurando en estos temas y son ahora muy sensibles a ellos. El “optimismo dividido” también afecta a quienes piensan que la tecnología es la solución a la emergencia climática hasta tal punto que no es necesario actuar.

2. Falta de información confiable sobre soluciones: los ciudadanos, en busca de “información veraz”, quedan paralizados ante la información contradictoria o la desinformación, lo que provoca desconfianza y un sentimiento de impotencia. Durante 2022, se observó un aumento en el número de publicaciones y en el índice de interacción en este aspecto, que se caracterizó por fuertes emociones negativas. En este contexto, instituciones y autoridades como el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), que publicó su 6º informe en abril de 2022, son referencias sumamente esperadas.

3. Temor a las repercusiones sociales negativas de las medidas climáticas: la justicia social está en el centro de la conversación sobre el clima. En un año caracterizado por la inflación, el costo de la vida se está convirtiendo en un tema cada vez más importante en el debate sobre los drásticos cambios de estilo de vida necesarios para limitar el calentamiento a 1.5 °C (energía, transporte, alimentación, etc.). A los ciudadanos les preocupa especialmente que las poblaciones más vulnerables no sean las primeras víctimas.

4. Delegación de autoridad: considerar que la acción por el clima es responsabilidad de otros y no de uno mismo. El informe muestra que las empresas se consideran las más preparadas para actuar eficazmente a largo plazo, por delante de las acciones aisladas y muy por encima de los gobiernos. Los consumidores consideran que el efecto “colibrí” de las acciones individuales ya no es suficiente ante la magnitud de la urgencia climática actual y que las empresas, que se perciben como responsables de una parte del problema, tienen capacidad para tener un impacto a gran escala y más rápidamente que los gobiernos.

5. Desesperación ante el cambio climático: la gente se siente impotente ante el impacto del cambio climático, a tal grado que se siente desalentada a actuar. Esta barrera, que ha registrado un número cada vez mayor de publicaciones e interacciones a lo largo de 2022, tiene la mayor participación y el mayor porcentaje de emociones negativas entre todas las barreras estudiadas.

La investigación de Bloom revela que el camino del desarrollo sostenible no es inmune a la proliferación de la desinformación y la influencia. La ausencia de puntos de referencia sólidos provoca dudas, sospechas y desánimo ante los compromisos de empresas o gobiernos. Es fundamental que las marcas construyan una nueva narrativa más activista”, concluye Bruno Breton, fundador y CEO de Bloom.

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